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domingo, 6 de octubre de 2013

Caminos para sentir el aliento del bosque

El patrimonio natural de Burgos es amplio, extenso y variado. Sus más de 1.000 hectáreas de zonas verdes la convierten en una de las ciudades europeas donde la naturaleza se ha impuesto, se la mima y se la preserva. Las generaciones futuras recibirán un legado forestal que a lo largo de los últimos 75 años se ha ido ampliando y mostrando. Porque una de las tareas impuestas por los próceres municipales es dar a conocer el tesoro verde de Burgos. Y nada mejor para conocerlo que adentrarse en él. Caminarlo, vivirlo y sentirlo.

Ocho senderos recorren los espacios verdes para deleite de paseantes y observadores de la vida natural es estado puro. Son ocho itinerarios donde percibir el bosque, imbuirse de su aliento y olvidarse del fragor de la batalla cotidiana. Ocho veredas por las que los pasos nos adentran en el reino de  hadas y gnomos, donde los sueños son posibles y un tesoro aguarda bajo cada árbol.

Resulta difícil decantarse por uno para iniciar ese recorrido por la magia y el misterio. Los enamorados del medievo optarán por el Castillo, quien tenga ansia de paz la buscará en Bellavista y el que  requiera su parcela de magia acudirá a Fuentes Blancas o Villafría. hay una vereda para cada espíritu.

Bellavista, sólo a pie. No permite más aparejo que el que otorgue el caminar. Hay que hacer senda para adentrarse en el corazón del bosque primigenio, el que aún no ha alterado ni mancillado el hombre. Allí no hay coches ni tendidos eléctricos. Nada que perturbe el sonido de la naturaleza sin interferencias. Recorrer el monte de Bellavista es una experiencia única que arranca junto al hospital Divino Valles y va escalando la ladera sobre la que proliferan pinos y cipreses. El bosque original  se presiente con los ejemplares que aún sobreviven de encinas y quejigos.

La ciudad vibra con su historia más íntima

urgos rezuma historia. Huele a esencia de señorío y escudero y dibuja peripecias medievales. Estos días la capital castellana es el centro de la Edad Media.

El fin de semana cidiana vistió ayer de largo. Desfile de personalidades, escenas cotidianas de una época pretérita, reflejos de labores de antes y de ahora, juegos y torneos, todo unido gracias a la figura de un Rodrigo Díaz de Vivar que llegó a la ciudad para convertirla en campeadora. Y es que Burgos ayer salió a la calle. Sus gentes y los visitantes abrazaron la feria dedicada a la figura del caballero mandando un mensaje de claro interés por este singular evento.

lunes, 30 de septiembre de 2013

LA MORCILLA MÁS GRANDE DEL MUNDO

A Roberto Da Silva no le asustan los retos. No en vano este empresario burgalés ha sido capaz de hacer de su empresa una de las industrias alimentarias más innovadoras de la provincia. ¿Se iba a poner nervioso el propietario de Embutidos de Cardeña a la hora de dirigir al equipo responsable de elaborar la morcilla más larga del mundo? A temblar no se puso, pero el desafío entrañaba su riesgo y sus complicaciones. No en vano la   Asociación de Fabricantes de Morcilla (Afafor) ha pasado los últimos 3 meses preparando y desarrollando el curioso proyecto.  
Ayer Roberto se levantó como cualquier día, sobre las 6 de la mañana. Pero lo hacía con una preocupación nueva, comandar un equipo de 10 artesanos y más de 400 voluntarios frente al Museo de la Evolución Humana (MEH), que debían lograr inscribir a Burgos en el libro Guinness de los récords con una nueva hazaña. Vaya por delante que lo consiguió -dejándose la voz en el intento-. La ciudad entera -representada en esos cuatro centenares de almas que colaboraron desinteresadamente en el reto- alcanzaron el objetivo. Además, miles de burgaleses -más de 8.000, llegó a decir el alcalde, Javier Lacalle- pasaron por el Paseo de Atapuerca ayer por la mañana para vivir en directo una jornada histórica. Solo 4.200 pudieron saborear tamaño embutido, pues la organización había vendido otras tantas raciones por anticipado-al precio de un euro más una cerveza San Miguel- para evitar excesivas aglomeraciones. La recaudación fue a parar a Aspanias y Cruz Roja.
A las 14,00 horas el notario Fernando Puente de la Fuente ya había dado fe de los dos récords. El primero, el de la morcilla en crudo, que alcanzó los 187,2 metros de longitud. Yel segundo, una vez cocida, con 175 metros. La organización del Guinness había impuesto un mínimo de 150, ya que Burgos no debía batir ningún registro vigente. Los ingleses habían logrado una marca inferior a la lograda ayer, pero con la utilización de tripa artificial. Por tanto, la morcilla burgalesa competía en otra categoría, la de tripa natural, que complica mucho más la fabricación del embutido.
Pero ayer todo empezaba a las 8 de la mañana frente al MEH. Los miembros de la Asociación de Fabricantes de Morcillas transportaron en sus camionetas toda la masa -preparada durante los últimos días- para empezar a embutir pocos minutos después. Varios voluntarios -la marea azul, como los denominó el alcalde, pues llevaban petos de ese color- ya se encontraban allí para echar una mano. Tras introducir la mezcla de sangre, arroz, manteca, cebolla horcal, sal, pimienta y pimentón en la tripa llegaba la hora de estirar la morcilla. Sobre las 10 de la mañana, una legión de petos azules se colocó en formación para llevar a buen puerto la tarea. Situados en dos columnas frente a  una mesa de 200 metros eran los encargados de ir arrastrando el mantel de plástico donde poco a poco era depositada la morcilla, para completar la distancia entre Plaza Conde de Castro y el inicio de la calle Doctor Fleming.
Una vez efectuada la medición oficial, vuelta a enrollar, porque había que cocer los 300 kilos de embutido en una caldera fabricada para tal efecto por la empresa  Pierre Guerín, a fuego lento con carbón vegetal. Pasaron los minutos, la morcilla quedó en su punto -si no existía el riesgo que se rompiese- y a las 13 horas elaboradores y voluntarios repetían la misma operación. En ese momento nada podía fallar. Da Silva, micrófono en mano, exigió calma a todos para que nada se torciese y sobre las 13,45 respiraba. Tenía claro que había superado los 150 metros. Alcanzó los 175. Récord conseguido.
A partir de ese momento los burgaleses se dispusieron a degustarla. Además de larga, muy rica, como debe ser. Centenares de vecinos se acomodaron en el Paseo de Atapuerca con sus pinchos y cervecitas. Todos contentos. Los primeros, el alcalde y los responsables de la Capitalidad Española de la Gastronomía, organizadores del original evento.
Javier Lacalle, que acudió para interesarse por el desarrollo de la prueba, agradeció la colaboración a los voluntarios y señaló que Burgos ha conseguido «un hito histórico». Además, según adelantó, la ciudad intentará superar su propio récord «si no es el año que viene, el próximo». Porque, aseveró, «se trata de uno de los mejores escaparates para dar proyección a la gastronomía burgalesa». «Ni las mejores previsiones, al conseguir la capitalidad, pronosticaron un éxito como el alcanzado en estos meses», concluyó.
Roberto Da Silva, en representación de los fabricantes de morcilla, subrayó que sin «la contribución de los voluntarios el récord no habría sido posible». Asimismo, habló de las dificultades del reto. El principal, la utilización de la tripa animal, que disparaba las posibilidades de que el embutido se rompiese.
Pedro Palacios, el representante de la organización de al Capitalidad Española de la Gastronomía, atribuyó el aumento de turistas y pernoctaciones del mes de agosto al impulso que ha experimentado la cocina burgalesa durante el último año.